20 septiembre 2006

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Gracias y un poco de paciencia con los cambios.
Nos vemos allí.

11 septiembre 2006

Estaciones de paso



Los cinco relatos de Estaciones de paso revolotean en torno a la adolescencia. En unos casos, los personajes son adolescentes puros, masculinos y femeninos, en plena efervescencia hormonal; en otros, son tardíos, adultos que, a pesar de serlo por la edad, conservan resabios de la inmadurez de tiempos pasados. El primer relato, Demostración de la existencia de Dios constituye todo un peligro para el lector impaciente, ese que concede a cada libro un número determinado de páginas para que lo enganche, antes de condenarlo definitivamente a la hoguera de la indiferencia. Basado en una argumentación difícilmente verosímil, infantil, que cualquier aprendiz de teólogo desmontaría sin despeinarse, la narración se cae por todos los lados, hace aguas. En las palabras de Rafa, el protagonista, pervive de un modo demasiado evidente la voz y el discurso de la propia escritora, camuflado bajo una serie de muletillas estereotipadas (o sea, para cagarse o no te jode). De la última frase del cuento, una especie de ingenua venganza, es preferible no hablar. Mejora un poco la cosa con Tabaco y negro, el segundo relato, basado en las relaciones entre un abuelo y su nieta, enmarcadas en un ambiente de alberos, trajes de luces, toros y toreros, y con un remate “de cuento” tipo Cenicienta. El tercero, El capitán de la fila india, que, por su extensión es en realidad una novela corta, mejora otro poco. Se anuncia interesante, especialmente en su primer tercio, pero tampoco termina de cuajar, de redondear situaciones, de explicar un activismo político clandestino y subversivo, enmarcado en los últimos años de la dictadura franquista. El cuarto, Receta de verano, cuyo protagonista es una joven llamada Maite, es el mejor de todos. La vena poética de la escritora alcanza momentos realmente brillantes y sugerentes, con una erupción de sentimientos y sensaciones de las que te aprietan las tripas y te sacuden la piel del recuerdo, del tiempo pasado, de los quince años. Es la Almudena Grandes de siempre, Grande(s) de verdad. Por último, Mozart, Brahms y Corelli, se centra en las relaciones establadas entre un grupo de adolescentes, mezclados con un sindicalista desencantado, y unas prostitutas, sudamericanas y africanas, que trabajan los coches que merodean por la madrileña Casa de Campo, cuyos conductores persiguen un desahogo sexual. Aunque posee momentos felices tampoco termina de convencer.
En todos los relatos echo en falta un final mejor, más gratificante, sorprendente o simplemente atrevido, una recompensa justa para el lector que, con paciencia, ha seguido la lectura del libro hasta sus últimas consecuencias. Después de acabarlo a uno le entran ganas de releer cualquiera de los anteriores novelones de Almudena Grandes, esos en los que la vida cotidiana sabe más auténtica, natural y palpable. En resumen y haciendo caso al propio título del volumen, estamos ante un libro “de paso”.

Herme Cerezo, DIARIO SIGLO XXI

Autor: Almudena Grandes

Mi opinión:

Muy emotivo libro muy al estilo Almudena Grandes. Muy localizado en España, música, cocina y, por supuesto, toros. Diversas visiones del final de l infancia y su paso al pensamiento de los adultos.

El primero es el que más me ha gustado. Un monólogo como el que hemos podido tener cualquiera de nosotros. Muy real.(Aunque no coincida con la crítica de Herme Cerezo)

Nota: 9